ExConvento de San Agustin

25 tino, envió otra solicitud al virrey Juan de Acuña, marqués de Casa Fuerte, con el fin de que éste impetrara nuevamente al rey una licen- cia para la fundación de un convento y enfermería en la ciudad de Querétaro. La petición se hacía más con miras a indagar si las condi- ciones generales podrían ser favorables para el propósito deseado. No obstante, los argumentos y razones que expuso Ochoa, aparentemen- te fueron lo suficientemente convincentes para que el 4 de abril de 1724 el virrey mandara un despacho con la orden de que las autorida- des de la ciudad, tanto civiles como eclesiásticas, tomaran en cuenta las razones expuestas por el procurador e informaran detalladamente su parecer sobre la conveniencia o inconveniencia que pudiera haber para tal fundación. La primera razón que expuso el procurador Ochoa para justificar la fundación, fue que los religiosos enclaustrados se dedicarían a la pre- dicación del Santo Evangelio y a ministrar el santo sacramento de la penitencia que, además de servir “a Dios Nuestro Señor y ser provecho espiritual de los que residen en él, éste pudiera servir de enfermería para los religiosos de su provincia”. Consideró, también, que la ciudad era grande y opulenta y que no contaba con iglesia o convento “de nuestro Padre san Agustín”, deseándolo muchos de sus moradores y vecinos por ser “muy devotos y afectos” a los religiosos agustinos por su modestia. Con la segunda razón aclaraba que, entre todos los con- ventos de su provincia, ninguno era apto para servir de enfermería, unos por sus malos “temperamentos” y otros por falta de médicos y medicamentos. La ciudad de Querétaro, con su buen clima y abun- dantes médicos y boticas, se encontraba cercana a los lugares donde su orden tenía conventos, motivo por el que se había visto obligada a mandar a muchos religiosos a medicarse a esta ciudad, “en casas par- ticulares y en las que muchos han fallecido y cuyos cuerpos se han enterrado en la iglesia parroquial y en la del Colegio Apostólico de la Santa Cruz”. Como tercer motivo esgrimió una explicación de auste- ridad económica, bastante atractiva, pues aducía que la construcción y la manutención del convento no perjudicaría a los conventos de otras órdenes instalados en la ciudad, ni a los vecinos, porque su pro- vincia ya tenía en ella un solar muy “capaz para la fábrica” y de la manutención de los internos se encargarían sus conventos, que eran

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