ExConvento de San Agustin
256 atributo con que se le representa aquí procede de cuando estaba di- ciendo misa y uno de los magos pasando a caballo, tiró con su fuete el cáliz, pero milagrosamente el vino consagrado no se vertió. 149 En el lado sur no se pudieron identificar a los santos. Quizá los personajes de los extremos representen a abades; el primero parece estar en levitación, el último pudiera ser San Félix, confesor de la fe y “abad muy viejo” hacia 529. Los santos del centro, tal vez sean ere- mitas y defensores de la fe, lo que se infiere por el libro abierto. En el lado poniente, de sur a norte, quizá se trate del beato Juan Bueno, quien primero fue juglar, enfermó y al sanar cumplió con el voto de convertirse en eremita. Al correr su fama, se le unieron otros devotos. Así nació su orden en Botriolo (Cesena). Murió en Mantua en 1249. Se distinguió por su espíritu de penitencia, su confianza en Dios y su amor a la Iglesia. Su orden se adhirió a la Unión de 1256. Con la bula Licet sedes apostolica de 1483, Sixto IV permitió su culto por lo que se inscribió en el martirologio romano. 150 En el siguiente nicho se representa a una joven penitente, acaso la beata María Martín, quien desde niña gustaba de practicar la vida eremítica. Más tarde tomó el velo en el monasterio de Rentería en Guipúzcoa. No satisfecha espiritualmente con la vida en comunidad, obtuvo permiso de retirarse a la vida eremítica. Destacó por la severa vida de penitente que llevaba imitando en ello a María Egipciaca. Su cabeza estaba llagada por las espinas y castigaba su cuerpo con disci- plinas. 151 vecina isla de Irlanda, en donde vivían celtas y escotos, todavía paganos. En Auxerre cur- só sus estudios teológicos, bajo la guía de San Germán. Viajó a Italia donde visitó varios monasterios. Después regresó a Irlanda como predicador del Evangelio, enviado por el Pontífice, como sucesor del primer obispo Paladio, en 432. El buen éxito de su misión se debió a la inteligente organización que supo crear en esa isla, carente de ciudades y dividi- da en muchas tribus o clanes. Supo adaptarse a las condiciones sociales del lugar, formó un clero local y pequeñas comunidades cristianas dentro del mismo clan, sin rechazar usos ni costumbres. Alrededor de las abadías se fueron formando las futuras ciudades. Patricio tuvo una vida difícil combatiendo a los herejes pelagianos (Mario Sagarbossa, op. cit ., p. 104). 149 Sebastián Portillo y Aguilar, op. cit ., t. I, p. 543. 150 Ibid ., t. I, p. 341. 151 Ibid ., t. I, p. 382.
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