ExConvento de San Agustin

265 hacia el claustro bajo, se les recordaba nuevamente, al contemplar el motivo en las claves de los arcos, practicar la fortaleza para cosechar frutos espirituales. Los pináculos Los ejes verticales del claustro rematan en pináculos. Con su elegante forma sugieren una urna o receptáculo ornado con preciosismo, aluden al ministerio apostólico (figura 71). “Pues el mismo Dios que dijo ‘Del seno de las tinieblas brille la luz’, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo. Pero llevamos este tesoro en vasos de barro para que aparezca que la extraordinaria grandeza del poder es de Dios y que no viene de nosotros” 190 (2 Cor 4, 7). Un vaso de oro simboliza el tesoro de la vida espiritual, es símbolo de una fuerza secreta. 191 Interpretación del claustro alto La ornamentación del claustro alto es una interpretación de la prime- ra epístola de San Pedro (2, 9) que reza “Pero vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admira- ble luz”. Las piedras cuadradas de la ornamentación representan a los santos y religiosos agustinos que fueron elegidos y llamados por Dios, para servirle y para asistir a los fieles por amor a Dios, y son los que van erigiendo el “edificio santo”. Los hermes gárgolas representan “el sa- cerdocio real”, quienes como fértil agua de lluvia fecundan con la palabra de Dios el alma de los fieles, acercándolos a Jesucristo, Dios y hombre, salvador y sacerdote supremo, con presencia real en el sacra- mento de la Eucaristía, representado por la señal de las manos, sacra- mento por el cual pueden obtener la gracia divina y la vida eterna. Sin embargo, siendo hombres de naturaleza dual, cuerpo y espíritu, tienen que luchar, con la ayuda de Dios, contra las tentaciones, representadas 190 “En cuerpos de barro” por alusión al Génesis (Gn 2, 7), Biblia de Jerusalén , op. cit ., p. 1550. 191 Jean Chevalier y Alain Gheerbrant, op. cit ., p. 1048.

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