ExConvento de San Agustin

32 Santísima Cruz de los Milagros, Propaganda Fide; y fray Miguel de Valdivieso, prior del convento de San Hipólito y del hospital real de Nuestra Señora de la Concepción. 18 El prefecto colector del diezmo, bachiller Sebastián de Olivares, de la Congregación de Guadalupe cuyo parecer no se conocía, declaró que no encontró inconveniente alguno para que se llevara a cabo la fundación y esperaba que su Real Majestad le dispensara la gracia que deseaban, porque en este lugar había cada día más gente y se sumaba “la muchísima” que por el comercio llegaba de fuera, por lo que debía aumentar el número de personas eclesiásticas para el bien de las almas. Afirmó que el sitio elegido para la fábrica, vulgarmente llamado Belem, estaba muy distante de las demás iglesias y comunidades que componían la ciudad. Consideró que la fundación en ese lugar, sería de gran uti- lidad, “respecto del consuelo que se puede prometer a los habitantes en aquel retiradísimo sitio, por costarles grandísimo trabajo el oír misa en días festivos; y más en tiempo de aguas, por ser aquel lugar algo cenagoso, y hacerse pesada la distancia que hay de él, a las iglesias que están en esta ciudad”. 19 Vistas las nuevas informaciones dadas por el resto de los prelados de los conventos y congregaciones en Querétaro, el 8 de mayo de 1725, el promotor fiscal en la ciudad de México confirmó al diocesano que constaba en las declaraciones no haber perjuicio ni inconveniente alguno para la fundación del convento, antes bien, había muchas ra- zones favorables y convenientes, por lo que era necesaria su construc- ción, haciéndose ésta en el lugar que se enunciaba y que guardaba una distancia adecuada con los demás conventos sin que éstos se vieran afectados. En cuanto al derecho parroquial, quedaba libre. En una misiva fechada el 11 de marzo de 1725, fray José de Ochoa respondió al requerimiento de asignar la cantidad que se destinaría para cubrir la congrua de la que habría de disponer el convento para mantener a doce religiosos. Aclaró que su provincia daba a cada uno de sus conventos lo necesario y no tenía la necesidad de “suplicar la limosna para el chocolate” en las misas. Para la manutención del 18 Ibid. , fs. 28-58v. 19 Ibid. , fs. 30v-33.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA0OTIx