El 13 de octubre de 1525, a cuatro años de la caída de Tenochtitlan y la posterior edificación de la Ciudad de México se crea la diócesis de México. Carlos I propone a la Santa Sede el nombre de Fray Juan de Zumárraga para titular del mismo y así lo nombra el 12 de diciembre de 1527. A principios de diciembre de 1528 el franciscano llega a la ciudad de México. Hernán Cortés, al distribuir los solares de la nueva ciudad, había destinado al centro de la ciudad dos solares contiguos para la catedral y el obispado, sin embargo el obispo Zumárraga no quiso edificar ahí. Decidió comprar dos casas colindantes que se ubicaban cerca de la iglesia, propiedad de Martín López y Andrés Núñez respectivamente. Hernán Medel, el apoderado de ambos firmó el 21 de marzo de 1530 la escritura con Francisco de Herrera, apoderado del obispo.
Una vez adquiridas, el fraile comisionó al mayordomo de la catedral, Cristóbal de Valderrama, para que acondicionara las casas y realizara las adecuaciones necesarias para su nueva función.
La llegada de fray Juan de Zumárraga, en 1525, apenas cuatro años después de consumada la derrota mexica, trajo consigo una serie de medidas más radicales que las emprendidas hasta entonces por los franciscanos, quienes habían comenzado la labor evangelizadora a petición del conquistador Hernán Cortés, con acciones más caritativas y humanas.
Entonces Zumárraga designó (en los espacios que fueron parte del centro ceremonial mexica), el lugar donde sería levantado el edificio del obispado.
Tomando como base la cimentación de lo que había sido el templo de Tezcatlipoca, asi se comenzó en 1530 la construcción de lo que sería su sede definitiva, este solar fue, testigo mudo de la prodigiosa aparición de la Santísima Virgen de Tequatlasupe sobre la tilma de Juantzin Diegotzin ante la mirada del obispo Zumárraga.