Año embolismal
Para entender el tema del año embolismal, hace falta un poco de trasfondo.
El primer precepto que Dios dio al pueblo judío fue el de establecer el calendario sobre el ciclo lunar[3]. Los meses y, como consecuencia de ello, las fechas y las festividades habrán de fijarse según el ciclo lunar. El tema es que también hay un mandato Divino de asegurar que la celebración de Pésaj coincida siempre con la primavera[4] para recordar la bondad de Di-s que nos sacó de Egipto en primavera, para que no suframos el frío del invierno ni el calor del verano. ¿Cómo se logra esto, si el año lunar tiene unos once días menos que el año solar? Los que prestan atención a las noticias que mencionan el mes de Rámadan, se darán cuenta que cada año coincide con otra estación del año. El islam, que basa su calendario en el ciclo lunar, pierde unos once días cada año con respecto al año solar y así resulta que las fechas van traslándose por las diferentes estaciones. ¿Cómo lo logramos, entonces? Para lograr el resultado buscado agregamos un mes entero (Adar II) cada dos o tres años y así compensamos el desfasaje entre los dos sistemas.
Cada mitzvá (precepto) es parte de la Torá (“enseñanza”). ¿Qué aprendemos de este precepto, más allá de lo “técnico”?
Tanto el sol como la luna fueron creados “para iluminar la tierra”[5]. Si bien ambos iluminan la tierra, hay varias diferencias entre cómo lo hacen. El sol ilumina todos los días de la misma manera mientras que la luz con la que la luna ilumina la tierra es diferente cada día del mes. Nuestra tarea como pueblo judío e integrantes del mismo es iluminar al mundo con la luz Divina inherente en la Torá y sus preceptos. En la práctica de los preceptos hay, no obstante, dos maneras: hay aquellos que son practicados con constancia y hay aquellos que son cíclicos o esporádicos.
La novedad y la constancia tienen cualidades diferentes. Los preceptos cíclicos, como por ejemplo comer Matzá en Pésaj o escuchar el Shofar en Rosh Hashaná, tienden a generar mucho más entusiasmo e interés que aquellos preceptos que cumplimos todos los días, como, por ejemplo, colocarnos los Tefilín. Los preceptos constantes, por otro lado, tienen la ventaja de formar parte de nuestros hábitos y como consecuencia ser profundamente arraigados en nosotros.
El año embolismal nos enseña que el objetivo no es mantener los dos caminos separados, sino combinarlos y así lograr una sinergia que los potencia a ambos.